Dios, Su pueblo y la nueva creación

Escrito por el 09/05/2019

El pueblo de Dios sigue expectante ante la promesa que Dios nos ha hecho

Los cristianos, en nuestros días, tendemos a entender la salvación que Dios nos ofrece en Cristo mayormente en términos individuales. Vemos la obra de Cristo relacionada únicamente con mi salvación, para perdonar mis pecados.

Aunque todo esto es cierto, también es verdad que la redención que Dios promete para Su pueblo, en las Escrituras, va mucho más allá de nuestra salvación personal: Dios va a restaurar todo nuestro entorno, Él traerá la Nueva Creación y guiará a Su pueblo finalmente a ella. Esta es la promesa con la que Dios anima a Su pueblo en la profecía que encontramos en Isaías capítulo 35.

El contexto histórico de la promesa.

Aunque sabemos que el profeta Isaías ministró en el reino de Judá (reino del sur) entre los siglos VIII y VII a.C., al pueblo de Dios mientras se encontraban bajo la amenaza de la conquista por parte del Imperio Asirio; la verdad es que la profecía de Isaías 35 no iba dirigida a sus contemporáneos.

En Isaías 35:10 Dios promete que sus rescatados volverían y entrarían a Sion. En el tiempo de Isaías esta promesa no tenía mucho sentido ya que el pueblo de Dios aun estaba en la tierra que el Señor les había dado, aun tenían a Jerusalén y el Templo donde estaba la presencia misma de Dios. Sion es tanto la ciudad de Jerusalén (1 Reyes 8:1), como el lugar de la morada de Dios (Salmos 76:2).

Esta promesa estaba dirigida al pueblo de Dios cuando este no se encontraba ya en Sion. Un siglo más tarde luego del ministerio de Isaías, el reino de Judá fue atacado y conquistado por el Imperio de Babilonia, siendo Jerusalén y el Templo destruidos en el año 586 a.C. (2 Reyes 23:31-25:30) y sus habitantes llevados cautivos a Babilonia. Esto fue el juicio de Dios sobre el reino del sur porque, al igual que el reino del norte, se habían desviado para adorar a otros dioses y practicar otros pecados.

Al pueblo de Dios, desterrado por una nación muy poderosa y pagana, habiendo perdido el lugar donde podían estar ante la presencia de Dios, es a quienes el Señor dirige originalmente las promesas que encontramos en Isaías 35.

Un desierto transformado en un jardín.

En Isaías 35:1 rápidamente se nos muestra un tono de alegría, anticipando el resto del contenido. En los vv. 1-2 se nos dice que el desierto y el yermo (un terreno donde no se puede producir vegetación) se alegrarán porque florecerán, tendrán la gloria del Líbano, es decir, tendrán árboles grandes y fuertes. Aquí tenemos a Dios transformando un desierto, un lugar sin vida, en un hermoso jardín.

En los vv. 6b-7 también se promete sobre este desierto que Dios traería agua en abundancia.

Cuando leemos el texto completo, nos damos cuenta que este desierto es el Sion que fue devastado por los babilonios. Dios le estaba prometiendo a Su pueblo, cautivo en Babilonia, que Sion será restaurada, de ser un desierto a ser un jardín que fuera habitable para ellos.

La venida de Dios y la respuesta de Su pueblo.

En los vv. 3-4 tenemos palabras de exhortación para el pueblo de Dios. Ellos debían fortalecer sus manos, afianzar sus rodillas y decirse los unos a los otros que no debían temer. Todo esto porque Dios mismo vendría a derramar Su juicio sobre sus opresores y, de esta manera, salvarlos.

Dios no sólo estaba prometiendo restaurar a Sion para que Su pueblo nuevamente lo habitara, sino que también Él mismo vendría a Su pueblo para rescatarlos de su cautividad. Esta esperanza debía animarlos y fortalecerlos.

Una humanidad restaurada.

La restauración de la creación que Dios promete a Su pueblo no sólo contempla la re-creación del entorno, sino también la restauración de las personas que conforman Su pueblo. En los vv. 5-6a tenemos la promesa de que Dios sanaría a Su pueblo: Dios abrirá los ojos de los ciegos, destapará los oídos de los sordos, hará que los cojos salten y que los mudos griten.

Estas palabras deben sonar muy familiares para aquellos que han leído los Evangelios. Durante su ministerio nuestro Señor Jesucristo sanó ciegos (Marcos 8:22-26), sordos y mudos (7:31-37), paralíticos (2:1-12), etc. Los judíos del siglo I d.C. conocían el libro de Isaías. Cuando veían a Jesús sanando personas, esta profecía debía saltar a sus mentes: Jesús es Dios mismo que está trayendo la Nueva Creación a Su pueblo y restaurando todas las cosas.

Dios trae a Su pueblo a la Nueva Creación.

Finalmente, en los vv. 8-10, esta profecía de Isaías termina con el pueblo de Dios saliendo del cautiverio, caminando por una calzada, donde solamente los santos podían caminar, hacia la Sion restaurada donde les esperaría la presencia de Dios en una nueva creación.

Esta escena nos remonta al éxodo de Egipto. Así como Dios los liberó en aquella ocasión del poder de un imperio pagano y los dirigió hacia la Tierra Prometida, así ellos debían esperar nuevamente la poderosa intervención de Dios para rescatarlos nuevamente y llevarlos a donde está Su presencia.

La escena final es gloriosa. Tenemos al pueblo de Dios alegre y gozoso entrando a Sion, a la nueva creación que Dios les preparó, a la presencia misma de Dios.

La misma esperanza para nosotros hoy.

Esta promesa apunta finalmente a la esperanza que tenemos hoy. El pueblo de Dios sigue expectante ante la promesa que Dios nos ha hecho: un nuevo cielo y una nueva tierra (Apocalipsis 21:1), la nueva Jerusalén (v. 2), la presencia misma de Dios en medio de Su pueblo (v. 3), donde no habrá más muerte, ni llanto (v. 4), y donde todo será hecho nuevo (v. 5).

Anhelamos que Dios nos salve a nosotros y a toda Su creación, para que finalmente habitemos gozosos en medio de Su presencia, en una Creación completamente renovada.

Escrito por: José Andrés  Landeta, miembro de la Junta Directiva de Radio Eternidad. Puedes encontrarlo en twitter 

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