La Iglesia, germen transformador de la sociedad (5ta Parte)

Escrito por el 28/06/2018

La sociedad no se puede transformar partiendo de cambios externos o conductuales, sino de cambios internos transformacionales.

EN ESFERA DE LA IGLESIA OCURRE ALGO SIMILAR.

¿Qué pastor conocen ustedes que haya dicho a su congregación algo similar respecto de su autoridad pastoral? ¿Cuántos gobernantes conocen ustedes que hayan dicho a los ciudadanos de su país que su autoridad es delegada, no por los votos recibidos, sino directamente de Dios? ¿Cuántos líderes políticos conocen ustedes que hayan instruido a sus seguidores para que aprendan a discernir cuando la autoridad moral de un gobernante es legítima y cuando es ilegítima? ¿Cuándo han oído ustedes que algún líder social o político advierte a los ciudadanos acerca del derecho de oponerse a la autoridad en cualquier esfera social, por motivos de conciencia, cuando ésta ha promulgado leyes injustas que benefician a unos pocos, haciendo así un uso injusto del poder que le fue delegado por Dios?

¿Por qué se oye pocas veces que se aplique Romanos 13? No es casualidad, no se oye porque los hombres participamos de la caída y la corrupción nos domina en muchas situaciones. Una de las manifestaciones de esta condición caída es no explorar los principios bíblicos que exponen el mal de nuestra cultura para no generar oposición y represión que perjudique los ministerios de quienes predican y enseñan.

La redención de Jesucristo inicia en cada humano regenerado un proceso de transformación interna, pero este proceso progresa conforme a nuestro nivel de compromiso personal con dicha transformación. Muchas áreas de nuestra vida no son transformadas por falta de voluntad, motivada por intereses velados o manifiestos de nuestra cultura. Hay patrones pecaminosos escondidos en todas las culturas humanas. Por causa de la caída, en todas las instituciones humanas (ya se trate de familia, gobierno civil o iglesias) los poderosos tienden a oprimir a los débiles. Por ello, el Señor Jesucristo identificó el objetivo práctico de su ministerio terrenal como ocasión para liberar a los oprimidos:

«Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos». (Lucas 4:18)

Las instituciones humanas fueron creadas para que fueran sometidas a Jesucristo. La condición caída de los seres humanos propicia que se utilicen opresivamente para coartar la libertad de otros seres humanos. Satanás estimula con sus mentiras la creación de «lealtades alternativas» en personas e instituciones sociales (familia, iglesia, política, educación, economía, arte, etc.). Estas instituciones fueron creadas para «ser sometidas a Jesucristo».

La sociedad no se puede transformar partiendo de cambios externos o conductuales, sino de cambios internos transformacionales. La Reforma Protestante ejemplificó este tipo de cambios:

«El Calvinismo MODIFICÓ LA ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD, no mediante la envidia de clases, ni una desmedida estima de las posesiones, sino a través de una más seria interpretación de la vida… Por medio de mejores trabajos y más noble desarrollo del carácter, las clases media y trabajadora provocaron el celo de la nobleza y de los ciudadanos más ricos».  (p.34)

Consideremos un momento lo que aquí expone Kuyper. El pueblo común, los discípulos de los predicadores reformados, aprovechó la predicación que recibía con el estudio riguroso de las Escrituras disponibles en sus idiomas nativos. El Espíritu Santo confirmaba en sus conciencias la verdad expuesta por sus predicadores. Los hombres y mujeres creyentes, gente común y corriente (no aristócratas) desarrollaron un carácter personal (hábitos de pensamiento, corazón y voluntad) que les convirtió en seres humanos más «nobles». Esta nobleza de carácter estableció la base para la transformación social de su país. La palabra de Dios, si es predicada en congruencia con sus propios supuestos (cosmovisión), produce una transformación sobrenatural que reta las pautas históricas de la humanidad natural caída.

A través de toda la historia, los aristócratas y los potentados (privilegiados) siempre tuvieron más y mejores oportunidades para desarrollar sus talentos y su carácter, aunque no siempre las aprovecharon. Por otro lado, la masa del pueblo no dispuso de las mismas oportunidades. A los líderes, los aristócratas, los que detentan el poder (político, económico, religioso) no les conviene que el pueblo llano sea discipulado con la palabra de Dios. La palabra de Dios produce personas libres, dotadas de libertad de conciencia, a las que no resulta fácil oprimir. Las personas libres pueden ser guiadas y dirigidas, pero no esclavizadas. El discipulado de las naciones implica «riesgo profético». Los poderes mundanos se le opondrán sistemáticamente, al percibir la amenaza transformadora que implica el discipulado.

Es menester vivir con expectativas correctas acerca de la realidad. El mundo evangélico de nuestros días quiere disfrutar lo mejor de los dos mundos, quiere sacar lo mejor del reino de Dios/Jesucristo (salvación del alma y bendiciones económicas) y quiere disfrutar lo mejor del mundo material/Satanás (placer, comodidad, reputación). Esto no es posible. El Señor Jesucristo lo enseñó (Mateo 6:24),

«Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas».

El Señor no dijo que nadie «debía servir a dos señores», dijo que «ninguno podría». No es posible vivir conforme a Jesucristo y sus preceptos y conforme a Satanás y sus señuelos. Los hombres y mujeres de Dios de todas las épocas han sabido que su lugar de gozo y descanso no estaba en este mundo. Siempre se supieron «extranjeros y peregrinos» sobre la tierra (Hebreos 11). Buscaban una patria mejor, esto es, una «patria celestial» y como vivieron con arreglo a los principios y virtudes de esa patria celestial transformaron su generación y su área de influencia.

Para recuperar en nuestra generación una perspectiva robusta del cristianismo es preciso renovar el entendimiento, construir una cosmovisión cristiana profundamente bíblica que nos permita servir a este mundo caído desde la perspectiva y los esquemas del mundo venidero. Dice la Biblia acerca de los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11 que si ellos hubiesen querido los beneficios de la patria de donde salieron (su cultura y su estilo de vida) «ciertamente tenían tiempo de volver». Pudieron procurarse comodidades y riquezas, pero no lo hicieron. Apreciaron más el reino de Dios y su justicia que la gloria de este mundo. Abraham nunca poseyó la tierra prometida, pero esto no supuso ninguna pérdida para él porque por fe la miró de lejos y saludó la bendita realidad de la «ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios».

Los hombres y mujeres de fe de todos los tiempos adquirieron un entendimiento de la era venidera que les dio capacidad para transformar su época presente. El poder para transformar la realidad presente se obtiene entendiendo el poder del reino de Dios disponible en la persona de Jesucristo. Los justos de todas las edades entendieron que eran ciudadanos de un reino y residentes en otro. Entendieron que eran «ciudadanos del reino de Dios», aunque residentes en el «reino de este mundo». Por eso fueron de bendición en un mundo que, aunque caído, sigue siendo la buena creación que Dios ama.

Los valores y principios del mundo venidero son la fuente de transformación del presente. Los hábitos de pensamiento, corazón y voluntad necesarios para transformar el mundo según las pautas del reino de Dios no se pueden obtener del presente mismo. Como Albert Einstein dijera una vez:

«Los importantes problemas que tenemos por delante no se pueden resolver en el mismo nivel de pensamiento en que nos hallábamos cuando los creamos».

La cosmovisión del reino de Dios, encarnada en vidas y sistemas sociales que expresen la sabiduría de Dios en la creación y la redención, es la única oportunidad que se nos ofrece para florecer y alcanzar un bienestar verdaderamente humano.

SOLI DEO GLORIA

Escrito por: Luis Sena, panelista del programa: “La Tertulia”, que se produce en nuestros estudios.


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