Por qué no tienes que elegir entre la felicidad y la santidad

Escrito por el 21/04/2016

Como pastor joven, yo predicaba como otros aún lo hacen, “Dios nos llama a la santidad, no a la felicidad”. Hay verdad en esto. A medias. Vi a cristianos perseguir lo que ellos pensaban les haría felices, cayendo de cabeza en inmoralidad sexual, alcoholismo, materialismo, y obsesión con el éxito.

Yo estaba intentando oponerme a nuestra tendencia humana de poner preferencias y conveniencia antes de la obediencia a Cristo. Todo sonaba muy espiritual, y yo podía citar a innumerables autores y predicadores que estaban de acuerdo conmigo.

Ahora estoy convencido de que todos estábamos completamente equivocados.

Hubo varios errores en mi pensamiento, incluyendo inconsistencia con mi propia experiencia. Yo encontraba felicidad profunda en Cristo; ¿no era venía eso de Dios? Además, llamar a la gente a rechazar la felicidad en favor de la santidad fue ineficaz. Puede funcionar por un tiempo, pero no a largo plazo.

Tony Reinke lo entiende bien: “El pecado es gozo envenenado. La santidad es gozo pospuesto y perseguido”.

¿Felicidad versus santidad?

Considera Levítico 9:24: “Y salió fuego de la presencia del Señor que consumió el holocausto y los pedazos de grasa sobre el altar. Al ver esto, todos lanzaron gritos de alegría y se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente”. El Dios radicalmente santo hizo descender fuego, y ellos hicieron ¿qué? ¡Cayeron con el rostro postrado…y “lanzaron gritos de alegría”! Esta extraordinaria respuesta fluye de la absoluta santidad de sumisión combinada con la absoluta felicidad de alabanza.

Del mismo modo, 2 Crónicas 6:41 dice, ” ¡Que tus fieles se regocijen en tu bondad!” (NVI). Ser santo es ver a Dios tal como es y llegar a ser como Él, cubierto en la justicia de Cristo. Y puesto que la naturaleza de Dios es ser feliz, entre más seamos como Él, más felices seremos.

Cualquier entendimiento de Dios que es incompatible con la elevada e infinitamente santa visión de Dios en Ezequiel 1 e Isaías 6 junto con la poderosa visión del Cristo glorificado en Apocalipsis 1, es falso. Dios es decididamente y absolutamente anti-pecado, pero en ningún sentido anti-felicidad. De hecho, la santidad es lo que asegura nuestra felicidad.

Viaja por el Camino Real

En la cultura occidental la opinión popular sostiene que los estándares morales elevados son tontos, degradantes, e ideas humanas de mentes estrechas: imposibles de mantener y contrarios a la felicidad. Esta mentira ha sido extraordinariamente eficaz. Pareciera que tenemos que elegir entre pecar para ser felices y abstenernos de la felicidad..

Si creemos la mentira de que decir no al pecado significa decir no a la felicidad, entonces ninguna cantidad de autocontrol nos guardará en última instancia de la búsqueda de la felicidad en el pecado. John Piper escribe:

Disfruta de una satisfacción superior. Cultiva tus capacidades para el placer en Cristo… Fuiste creado para atesorar a Cristo con todo tu corazón: más de lo que atesoras el sexo o el azúcar o los deportes o el ir de compras. Si tienes poco gusto por Jesús, los placeres que compiten triunfarán.

La santidad no significa abstenerse del placer; la santidad significa reconocer a Jesús como la fuente de placer más grande de la vida. Como Charles Spurgeon lo puso, “La santidad es el camino real hacia la felicidad. La muerte del pecado es la vida de gozo”.

El encuentro con lo irresistible

Con demasiada frecuencia nuestro mensaje al mundo se convierte en un falso evangelio que presenta una carga imposible: para ser cristiano debes renunciar a querer ser feliz y en vez de eso optar por ser santo. Pero “renunciar a la felicidad; y en su lugar elegir la santidad” no son buenas noticias, y por lo tanto no es el verdadero evangelio. En realidad, se asemeja más a la visión del mundo legalista de los fariseos que Jesús condenó (ver Mat 23:2-4).

El teólogo Bruce Ware me dijo una vez, “De los ochenta niños que crecieron en nuestra iglesia, mi hermana y yo podemos contar con una mano los que ahora están caminando con Jesús”.

Si se les das la opción, las personas que crecen en iglesias evangélicas probablemente van a elegir lo que parece ser la felicidad encantadora del mundo sobre la santidad obediente de la iglesia. Satanás trata de manipular el juego al llevarnos a creer que no podemos tener ambas, felicidad y santidad. Ofrécele a la gente una opción entre tener hambre y sed o tener comida y bebida, y su elección es obvia. Sin importar que la comida pueda estar envenenada con cianuro o la bebida inyectada con arsénico. Cualquier oferta de felicidad, con o sin santidad, siempre va a ganar sobre una oferta de santidad desprovista de felicidad.

“Qué poco sabe la gente que piensa que la santidad es aburrida”, escribió C.S. Lewis a un amigo. “Cuando uno se encuentra con la verdadera santidad…es irresistible. Si incluso el 10% de la población mundial la tuviera, ¿no estaría el mundo convertido y feliz antes de fin de año?”.

Como el ADN espiritual

La doble hélice del ADN está perfectamente balanceada en el centro de la vida humana. Dos hebras se envuelven entre sí, formando un eje de simetría y proporcionando un complemento perfecto para cada una.

Dios ha hecho la santidad y la felicidad para que disfruten una relación similar: para que cada una se beneficie de la otra. Para aquellos de nosotros que somos cristianos, nuestras vidas deberían sobreabundar con ambas. Ninguna sola será suficiente; juntas son esenciales para la verdadera vida Cristocéntrica.

Cuando Jesús dice “Sean ustedes perfectos” (Mat 5:48), debemos reconocer que parte de lo que Él se propone es una verdadera felicidad en Él. Nuestro placer se gana en aquellos momentos “¡Ajá!” de descubrir de primera mano el porqué los caminos de Dios son realmente mejor. Entre más descubrimos sus caminos y experimentamos la bondad de Su santidad, menos vamos a tratar de encontrar felicidad fuera de Él.

Tomado desde el Blog de Coalicion por el Evangelio.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Wilmer Rodríguez. Crédito de imagen:Lightstock.


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